9 de octubre de 2016

De Caracas a Nueva York rumiando sobre El Sistema

Tengo varios días tratando de ponerme en el zapato de todos los involucrados en esta historia, y está peludo.

 Llegué al aeropuerto de Maiquetía el lunes pasado en la mañana, tomaría el vuelo de Avianca a NY vía Bogotá.  En la fila frente al mostrador estaba un grupo aproximado de 15 muchachos con sus instrumentos, como la música es mi oficio predilecto no aguanté la curiosidad y les pregunté dónde iban a tocar, uno me respondió, -somos del Sistema y vamos a tocar en el Carnegie Hall en Nueva York,- Ahh! Qué bien, -¿Y quién los va a dirigir? –Gustavo,   -ahh, qué bueno. Ahí comenzó mi hígado a avinagrarse.

Como un relámpago, lo que me vino a la mente fue la conversación que tuve con mi amigo “L” precisamente el día anterior al viaje. “L” es mi amigo músico que, por cierto, es profesor de los niños de “El sistema” en Guatire. “L” es un pianista de esos que brillan a mil kilómetros de distancia, un muchacho que de tener oportunidad sería un “rockstar” del piano clásico y jazzístico, ha ganado premios de composición dentro y fuera del país y que quiso viajar en Junio pasado a un concurso internacional al que fue invitado a participar pero luego de mucho bregar en las oficinas públicas no consiguió patrocinio y no pudo asistir, es decir, no asistió él, no asistió Venezuela pues. Todo eso me lo contó con una profunda frustración y tristeza, por supuesto también conversamos sobre las penurias para conseguir alimentos, medicinas, repuestos, en fin, todas esas dificultades que son las mismas de los que vivimos en esta tierra arrasada por el despropósito.  Al terminar la visita telefónica no pude retener las lágrimas.

Y llegamos a Bogotá y se bajaban del avión los muchachos del Sistema con sus instrumentos al hombro, y yo ahí, rumiando mis sentimientos encontrados, pensando en éstos músicos que evidentemente tienen trato preferencial en nuestra sociedad hoy hambrienta y desintegrada.  ¡Qué bueno que estos jóvenes tienen la oportunidad de llevar la música al mundo entero!, pero no hay dinero para pagar a los jubilados ¡Qué maravilla que estos muchachos pueden desarrollarse profesionalmente!, pero mi pana no consiguió un centavo para viajar a su concurso, ¡Qué orgullo que estos talentos pueden decirle al mundo que son venezolanos!, pero Venezuela se cae a pedazos, no hay alimentos, no hay leche para los recién nacidos, no hay con que pagarle a los maestros, no hay medicinas para los enfermos de cáncer, no hay medicinas psiquiátricas, no hay nada y lo que hay cuesta millones, estamos en una grave crisis humanitaria, la gente, literalmente, se está muriendo de hambre, de mengua y de bala, los venezolanos hoy son zombies que comen de los basureros, pero ¡qué maravilla! Gustavo los va a dirigir. En el Carnegie Hall.

Ya en Nueva York esperado las maletas no me pude aguantar más. -Pana, dime algo, ¿Y quién paga por el viaje de ustedes? Bueno, eso lo paga una compañía de managers internacional (o algo así le entendí) que está en Londres, -Ahhh, que está en Londres, respondí, -y me imagino que fondeada con dinero venezolano, le pregunté.  La respuesta del joven músico fue inentendible, me quedé esperando por una respuesta clara y convincente.

Ojalá alguien me dijera que sí, que ese viaje y tantos otros no salen de las arcas quebradas del Estado venezolano. Pero no, Gustavo ha hecho un buen trabajo como propagandista del régimen y eso se lo pagan bien.  
De verdad que quisiera que alguien me asegurara que ese dinero con que estos chicos viajan no sale de la medicina del cáncer que los niños no recibieron, o de la lata de leche que el bebé no pudo recibir, o de las medicinas que no llegan a los pacientes de los hospitales psiquiátricos del país… Estoy esperando que alguien me diga. 

Ayer me sorprendí cuando veo en el New York Times un artículo de Zachary Woolfe en donde dice algo que siempre he pensado y defendido
“La clave para los oyentes contemporáneos es mantener no sólo nuestros oídos abiertos, sino también nuestros ojos.  No hay tal cosa como la cultura apolítica” 


(negrillas mías)