Así me pasó ayer, caminando hacia al sur con las montañas de sal al fondo, a mi derecha el astro rey se escondía bajo el mar, lento, gigante, rojo, despidiéndose hasta el día siguiente, siguiendo al pie de la letra su ritual milenario, y a mi izquierda, una esfera enorme, blanca, fría, se levantaba sobre las piscinas de agua rosada de las salinas. El viento pegaba en mi cara, la música que llevaba en mis oídos sublimaba aún más aquel espectáculo, fue una experiencia religiosa.
En esos momentos me siento plena, colmada de tranquilidad, me entrego al paisaje y me siento parte de este todo que nos envuelve bajo la esfera azul, me siento conectada con lo que me rodea y aún con aquello que no conozco y esta lejos.
Ayer sonreía mientras miraba la luna que parecía colgada en un cuadro estático, sentía que era un regalo para mí. Me arrodillé en la arena y simplemente me deje llevar...
1 comentario:
Un espectáculo único, sin duda. Místico. Muy buenas fotografías.
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