Juan de Ruesga
Juan de Carvajal se balanceó en el aire, hasta que la última gota de sus aguas dejó de mojar la sombra de la ceiba plantada frente a la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción de El Tocuyo.
Los sucesos de los últimos meses de 1561 desterraron de la memoria colectiva el ajusticiamiento del conquistador, que cambió la codicia del Mito del Dorado por el trabajo de la tierra. La cabeza decapitada de Lope de Aguirre borró la imagen del ahorcado, cuyo recuerdo había sido comentario pavoroso, en las noches sin luna de la polvorienta planicie donde se asentó para siempre la Nueva Segovia de Barquisimeto.
Nunca más, el fantasma Welser de Nicolás Federman, tampoco volvió a asustar a los vecinos, mucho menos lo hicieron, los espantos xaguas y gayones, de las creencias indígenas. Los huesos fosforescentes del feroz marañón, alumbrando las riberas del Turbio se convirtieron en las fuentes de terror en la noche colonial, que recién comenzaba a caer.
El miedo a esos huesos, mientras anduviera sobre la tierra, fue la condena a pagar por Juan de Ruesga, uno de los pocos acompañantes del Tirano, que sobrevivió a la venganza del Rey Felipe. Otros marañones terminaron su aventura amazónica, en las horcas de la Audiencia de Santo Domingo, conformados con la extrema unción y con sus Cédulas de Perdón Real, prendidas con alfileres a sus camisas.
Si el Tirano Aguirre no alcanzó la paz después de muerto, Juan de Ruesga tampoco lo logró en vida. So pena de morir ahorcado si se acercaba a algún lugar poblado, tuvo por techo las estrellas y a los animales montaraces por compañía.
En los suelos torturados por la sequía del lindero norte de la ciudad, cercanos a una quebrada sin nombre, el antiguo marañón construyó un cobertizo. De este hecho fueron testigos los cardones y cujíes que poblaban esas soledades.
Una noche de muchos años después, mientras observaba las estrellas, se enteró que el final de su condena había llegado, al comprobar que las luces fosforescentes ya no lo asustaban. Lope de Aguirre, “El Peregrino” había sido despojado de su fiereza.
A partir de ese momento, los huesos insepultos del “Príncipe de la Libertad” dejaron de alumbrarlo. En Acción de Gracias, Juan de Ruesga legó su apellido, a la quebrada sin nombre. Ambos marañones habían conquistado la paz.
Angel Rivero
Caracas, 12 de octubre de 1999
2 comentarios:
...esta mañana me topé precisamente con "Lope de Aguirre, principe de la libertad", en uno de esos remates callejeros.
Al lado de Miguel Otero Silva estaba Fco Umbral con su Diario Snob Nº 2.
Ganó Umbral. Pero después de leer tu post veré si Mr Aguirre no se fue con otro ciudadano.
Cordial saludo.
Gracias por tu comentario.
Aprovecho para decirte que creo que tu blog esta infectado con un Trojan Horse. Anoche cuando entre a ver tu pagina inmediatamente el antivirus me aviso. Chequea a ver que esta pasando.
Saludos
MM
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