13 de septiembre de 2009

Ni un minuto de aburrimiento


Vivir en Venezuela hoy día es algo así como pasar 24 horas al día, siete días a la semana en un parque de atracciones, pero de terror, algo así más o menos, como vivir en la casa de los espantos y subirse al carrusel de la muerte que gira y gira sin parar.
Pareciera que fuerzas malignas se hubieran conjugado y, aquí estamos, en caída libre a toda velocidad contra un amasijo de piedras y púas. El lector dirá que me puse "dark", como dicen ahora, pero es que no soy capaz de producir otra visión en mi cabeza.
Ayer, para completarla, no solo llovió torrencialmente, sino que granizó y, además, hubo sismo de 6.4 grados en la escala de Richter según el US Geological Service de manera, que no solo los eventos políticos, la inseguridad y la inflación que pulveriza nuestro poder de compra día a día, sino que la madre naturaleza se encarga de recordarnos lo vulnerables que somos.

La locura colectiva y la sin razón se apoderó de los venezolanos hace ya tiempo, yo lo percibo como un suicidio en masa, lo triste es que no veo el menor atisbo de una vuelta a la cordura, al contrario.

En fin, qué se puede decir que no se haya dicho ya.