16 de mayo de 2010

Bolívar le da la bienvenida

La genialidad de Weil. sin comentarios

14 de mayo de 2010

País fuera de servicio

¿Cómo le explico a mi hijo pequeño que esto era un país que se llamaba Venezuela, donde, con todos sus defectos y desviaciones, se podía vivir en paz, y, mal que bien, desarrollar una actividad económica honesta que permitía traer el pan a la mesa y pagar por la educación que creyéramos conveniente?

Los indiferentes han jugado un papel extraordinario en el hundimiento de nuestro país, se han mantenido al margen, como estatuas de sal mientras un grupito de facinerosos y locos se hacen con el poder absoluto para controlar y aplastar el alma libre y creadora de la sociedad venezolana.
De ahora en adelante serán esos los que decidirán hasta qué marca de pasta de dientes debemos usar, y cuánto y cuales alimentos consumiremos.

La empresa privada, que siempre ha estado golpeada e intervenida en esta Venezuela confundida, ahora si puede decir que baja la santamaría y con ello, miles de personas a la calle, sin empleo, sin posibilidad de emplearse sino con el gobierno para recibir migajas y la posibilidad nula de crecer como profesional. ¡Ay qué dolor de corazón! A eso se suman los atropellos, la intimidación. Me pregunto si los indiferentes y los oportunistas y hasta los chavistas demócratas pueden vivir así.

Esta mañana me preguntaba si la historia sirve para algo, porque buena parte de la gente parece no enterarse de que existe, o no le interesa y de ahí que se repita una y otra vez. Definitivamente, el ser humano es una especie inferior, más inteligente es mi perro que no cae en el mismo hueco dos veces.

Adoptamos en Venezuela el régimen que se sigue en países espantosos como Irán, Sudán, Zimbabwe o la misma Rusia, (donde jamás de los jamases por cierto, han sabido lo que es democracia), y ahora somos lo mismo que Cuba, como lo dijo el mismo Raul Castro, y una enorme parte de la población ni sabe o no le interesa lo que allí sucede, es que ni se enteran de una noticia tan estruendosa como cuando el gobierno polaco se mató completo al estrellarse en un avión. ¿Qué? ¿No me digas? y ¿Cuándo pasó eso? ¿En qué planeta viven?.

Se me revuelve el hígado cuando gente dizque pensante me dice que no se meten en política, que no opinan porque su área de trabajo es otra y no entienden que a menos de que vivas en una isla desierta como el Naufrago de la película, estas metido en política, quieras o no, porque política es interactuar con los otros seres humanos que te rodean, es ser sujeto de deberes y derechos, ¡qué mala educación hemos recibido hasta ahora! Ha debido existir una materia que se llamara educación para la ciudadanía, educación política que no es lo mismo que ideologización por supuesto.

Devastación total y absoluta es lo que queda, fincas, hatos, hospitales, museos, infraestructura vial, escuelas, empresas, industrias, confiscaciones, apagones, homicidios, violencia, sobre todo, el daño moral y físico a una sociedad entera que se ha ido envileciendo con los 11 largos años de la Robolución.

¿Hasta cuándo?



11 de mayo de 2010

Julia, princesa bailarina

Había una vez una niña de cabellos de oro y ojos de cielo que quería ser princesa-bailarina, ella aún no sabía que ya era una princesa y además, que bailaba muy bonito. Cada tarde, al regresar del cole, entraba calladita a la habitación de su hermana mayor y se paraba frente a un enorme espejo que había allí, comenzaba a bailar dando giros y giros, sus brazos se movían como si fueran las alas de un cisne... así pasaba las tardes, bailando, soñando, volando...

¡Feliz Cumpleaños, Julia, princesa-bailarina!

3 de mayo de 2010

¿LIBERTAD PARA QUÉ?

En 1980, poco después de salir de Cuba en condiciones dramáticas, el estupendo escritor Reinaldo Arenas recogió en un libro una colección de sus artículos y ensayos políticos más combativos y lo tituló Necesidad de libertad.

Era un grito. Reinaldo sentía la necesidad de ser libre. Los seres humanos necesitan ser libres. Se ahogaba en Cuba. Vivía entristecido, atemorizado o indignado. Ninguna de esas tres emociones es agradable y a veces se le trenzaban en el pecho hasta la desesperación.
Cuando llegó al exilio, Reinaldo sintió un profundo alivio y dijo algo tremendo y doloroso: por primera vez había estrenado su verdadero rostro. Se había “desenmascarado” y sentía la cálida sensación de poder ser él mismo sin que ello le trajera castigos y marginaciones.

En las sociedades totalitarias la pena de no ser libre y de andar disfrazado se somatiza de diversas maneras: desde el nudo en la garganta hasta un malestar difuso que se expresa con distintos comportamientos neuróticos.

¿Qué es la libertad? Es la facultad que tenemos para tomar decisiones basadas en nuestras creencias, convicciones e intereses individuales sin coacciones exteriores.
Libertad es elegir al dios que mejor se adapta a nuestras percepciones religiosas, o a ningún dios si no sentimos la necesidad espiritual de trascender.

Libertad es ofrecerles sin temor el afecto y la lealtad a las personas que amamos, o a las agrupaciones con las que sentimos afinidad.
Libertad es escoger sin interferencias lo que queremos estudiar, dónde y cómo deseamos vivir, las ideas que mejor se adaptan a nuestra visión de los problemas sociales o las que mejor parecen explicarlos.

Libertad es seleccionar las manifestaciones artísticas que más nos complacen y, por la otra punta, rechazar sin consecuencias las que repelemos.
Libertad es poder emprender o poder renunciar a una actividad económica sin darle cuentas a nadie más allá de las formalidades que establezca la ley.

Libertad es gastar nuestro dinero como nos parezca, adquirir los bienes que nos satisfacen y disponer de nuestras propiedades legítimas. Sin libertad, la creación de riqueza se debilita hasta la miseria.

José Martí, el periodista ilustre que gestó la independencia de Cuba, aportó otra definición lateral: “Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía”.

Las tiranías nos arrebatan el derecho a ser honrados cuando nos obligan a aplaudir lo que detestamos o a rechazar lo que secretamente admiramos.
Cuando los cubanos desfilan gritando consignas que no sienten, no son honrados. Cuando aplauden al líder que aborrecen o ríen las sandeces que suele decir, no son honrados.

Esa simulación nos crea una incómoda disonancia psicológica. Cuando sacrificamos nuestra honradez, cuando renunciamos a nuestra coherencia interna para evitar un daño o para conseguir un privilegio, nos sentimos “sucios” e internamente avergonzados. Ser hipócrita es una conducta que hiere al que la práctica y repugna al que la sufre.

Pero hay mucho más: en algún punto de la evolución, cuando los seres humanos abandonaron el reino de los instintos y comenzaron a guiarse por la razón, descubrieron el agónico proceso de tomar decisiones barajando constantemente los valores morales prevalecientes, los intereses materiales y los impulsos psicológicos.

Para tomar esas decisiones era menester informarse. La violencia totalitaria trata de impedir que las personas puedan informarse. ¿Para qué necesitan informarse si todas las decisiones las toma el Estado y todas las verdades ya han sido descubiertas?

En Cuba hay numerosas brigadas de la policía dedicadas a arrancar antenas parabólicas, descubrir teléfonos satelitales, confiscar libros prohibidos y negarle el acceso a Internet a cualquier persona mínimamente independiente. No se me ocurre una actividad más miserable que ésa.

Cuando el socialista español Fernando de los Ríos le preguntó a Lenin cuándo iba a instaurar un régimen de libertades en la naciente URSS, el bolchevique le respondió con una pregunta cargada de cinismo: “¿Libertad para qué?”.

La respuesta es múltiple: libertad para investigar, para generar riquezas, para buscar la felicidad, para reafirmar el ego individual en medio de la marea humana, tareas todas que dependen de nuestra capacidad de tomar decisiones.

La historia de Occidente es la de sociedades que han ido ampliando progresivamente el ámbito de las personas libres.
Poco a poco les arrancaron a los monarcas y a las oligarquías religiosas y económicas las facultades exclusivas que tenían de decidir en nombre del conjunto. Los pobres y los extranjeros alcanzaron sus derechos. Lo mismo sucedió con las razas consideradas inferiores, con las mujeres, con las personas marginadas por sus preferencias sexuales. La esclavitud, finalmente, fue erradicada.

Es posible contar el largo recorrido histórico de los seres humanos como la aventura constante de nuestra especie en procura de ampliar progresivamente el número de las personas dotadas del derecho a tomar sus propias decisiones.

A veces el ejercicio de esa facultad toma dimensiones heroicas. Hace unas semanas el preso político cubano Orlando Zapata Tamayo decidió morirse de hambre y sed para protestar contra las injusticias y los atropellos de la dictadura. Sólo le quedaba la vida para defender su dignidad de ser humano y la entregó. A él, a su memoria dolorosa, muy conmovido, le dedico estas palabras.

Carlos Alberto Montaner

* Palabras del autor en la recepción del “Premio Juan de Mariana a una trayectoria ejemplar en defensa de la libertad. Madrid, 30 de abril de 2010”.