5 de abril de 2008

Otro comentario sobre las Arepas


Casi todos los viajeros extranjeros que vinieron a Venezuela durante el siglo XIX son unánimes en señalar los escasos atractivos de la arepa, demasiado insípida para su gusto, pero ninguno ha sido tan lapidario en sus juicios como Pablo Morillo el jefe realista que llegó a Venezuela a combatir por la causa española cuando la independencia estaba casi decidida. Morillo confesó, según Churrión, a sus dos amigos José Domingo, el Duarte y el Díaz, al regresar a Caracas tras su campaña a los llanos, que: “Todo lo puedo pasar en esta tierra, menos esas perrísimas tortas de maíz que llaman arepas, que sólo se han hecho para estómagos de negros y de avestruces”. En eso, y en la guerra, le ganaba Bolívar, que amaba las arepas.
Appun, otro viajero, decía, hacia 1850, que los venezolanos criollos, e incluso hasta los más ricos, comían de ese pan por “patriotismo”. Al parecer, los venezolanos somos desde hace mucho tiempo unos insignes “comedores de arepas”, como nos llamara el Tirano Aguirre, y lo recordara Uslar Pietri en su Camino del Dorado. Y es que esa “criatura fea” que viene a ser la arepa, tiene, según Ramón David León, “un alma generosa y un corazón lleno de bondad útil”: insípida pero democrática, “rural en cuerpo y alma” y ahora civilizada por las bondades de la harina precocida, que nos la pone a nuestra disposición en un abrir y cerrar de ojos.

Lo que los extranjeros ignoraban y aún ignoran, es que esa insipidez que ante sus ojos es defecto, es precisamente la gran virtud de la arepa, y la que le confiere la categoría universal de pan de una pueblo. La arepa, y el cazabe, y por extensión la tortilla latinoamericana, por ser tan anónima en sabor puede acompañar a cualquier alimento sin perturbarlo, y más bien facilitando su ingestión, y hasta realzándolo. Así, la arepa se ajusta a las comidas como simple acompañante o como receptáculo, continente, vehículo del sabor, admitiendo un “pasajero” como llaman al relleno los andinos, y que puede ser desde un trozo de queso amarillo o blanco, hasta una porción de jugoso perico o de carne guisada.

Comentario por: Norberto E. Petryk,
Chef, escritor e investigador.
Tomado de: Cocina Venezolana.

2 comentarios:

pati dijo...

Tengo la boca hecha agua y que conste que estoy esperando -en plena primavera montrealesa- el `ding`de mi tostiarepas y la consecuente promesa del gustico venezolano en la mesa.

¡Ah! Ya sonó. ¡Mmmmm!

Un abrazo grande.

Unknown dijo...

¿Quién era Churrión?